Tuesday, February 16, 2010

Matri.lineal y feminismo de la polaridad

Me ha interesado mucho este artículo de SEMLAC sobre la ausencia paterna en Cuba analizada en el libro "En el nombre del hijo", de Lourdes Pasalodos.

Ya que la situación es la que es,
el padre de mis hijos está a 700 km,
me estoy replanteando la cuestión.
No es lógica racional lo que escribo,
pero quizá a alguien le sugiera algo...

He decidido probar a mirar mi situación desde la hipótesis matri.lineal.
Y mirándolo así, en lugar de impotencia y fracaso, descubro un orden natural.
Mis hijos pequeños tienen figuras masculinas de referencia: mis hermanos.
Su padre contribuye al pago de los gastos con una asignación económica.
También pasan con él la mitad de sus vacaciones, en navidad y verano.
Se quieren: ellos lo quieren y él también.

Dice Casilda Rodrigañez, en su libro "El asalto al Hades" que
"el vínculo del coito dura lo que dura el coito" y que
"el vínculo que es capaz de estructurar una sociedad es el vínculo con la madre".
Me parece que tiene mucho sentido lo que dice.

Las hijas e hijos pertenecen a la familia de su madre.
Todas las personas tienen(o han tenido) madre,
y así queda asegurada la pertenencia, y también la organización de los cuidados.
Cuando las cosas se complican, aquí, quien responde es la familia, si tienes suerte.

La cuestión de la madre como espejo en quien cada quien se ve "los granos"
("defectos" o áreas de no coherencia que no acepto en mí) tiene miga,
porque nos sitúa frente a la genética, que hace que en definitiva,
"esa señora" y yo no nos diferenciamos tanto como yo quisiera;
la dejaré para otro día.

Las tensiones entre familias, a veces madre y padre tiran cada uno/una para su lado, nos obligan a elegir, situándonos muchas veces al borde de la esquiofrenia afectiva y
terminando por romper los vínculos. Ya no hay familia, porque la familia creada en torno al coito está haciendo aguas, y por el camino se ha cargado el vínculo con la madre.
Interesante también la famosa y terrible figura de la "suegra".

Creo que es el momento de reflexionar seriamente sobre esta cuestión.
Si alguien lo hubiera hecho a propósito no le hubiera salido mejor:
divide y vencerás (matar a "la madre").
La sociedad atomizada se desangra de puro individualismo y soledad, y deseperada cae en los brazos del capital: la pasividad y el consumo. Todo pasa por el tubo del dinero.
La situación es realmente dramática.

Energéticamente las personas estamos muy dispersas y polarizadas en masculino.
Todos nuestros apellidos son de un hombre: aunque me ponga el de la madre, me estaré poniendo el apellido del padre de mi madre, etc.

Yo vivo con mis hijos en la casa de nuestras antepasadas. Ha ido pasando de madre a hija, generación tras generación. Uno de mis hermanos vive al lado, y mi madre cerca. Mutuamente nos apoyamos.

Cuando digo mis apellidos me disperso. Si digo Saitua estoy hablando de un hombre que vino de Algorta, que a su vez vino de Berango, etc. Si digo Iribar estoy yéndome a un hombre(mi abuelo materno) que vino de otro lugar, y así sucesivamente.
Si digo el nombre de la casa, Leire "de Lastarritxu", toda mi energía está recogida y bien centrada. Un pilar central de mujeres que, como el óvulo, acoge, compenetra y sostiene a las personas de diferentes generaciones que se nutren y descansan en ese hogar, con hombres, de su familia (hermanos) y de otras familias (maridos, amantes, ...) que las estimulan y las apoyan.

"De lo que se trata ahora es de mostrarles a los hombres, desde la masculinidad, que son victimarios y víctimas del machismo. Y que se pierden un montón de vivencias gratificantes, entre ellas la atención afectiva de sus hijos. Pienso que, o actuamos 'con todos y para el bien de todos' o avanzaremos poco y demasiado lentamente". dice la autora.

"Victimarios y víctimas", ¡qué panorama, qué hombre quiere sentirse así! mejor olvidar.
Así que terminan "tomando" y/o yéndose con otras, que callen, aunque sea pagando.

"Mostrarles a los hombres lo que se pierden", me parece un error, porque nos coloca en una posición de "ellos no saben, nosotras sí, y les vamos a enseñar", algo así como ser madres de nuestros compañeros los hombres, lo cual, además de no funcionar, ¿a quién le atrae un hombre a quien hay que enseñar? ¿y una mujer que sabe lo que te pierdes y te va a enseñar? hace que la polaridad quede neutralizada hasta hacer desaparecer la atracción entre ambos polos.

No sé si podremos cambiar a los hombres, lo dudo, pero estoy segura de que podemos cambiar en primera persona, y hacer que las aguas vuelvan a lo que tal vez sea su cauce natural.

Creo que estamos en condiciones de asomarnos, más allá de la igualdad y la diferencia, al feminismo de la polaridad, cuya representación energética y estética podemos ver plasmada en el óvulo y el espermatozoide, y en sus respectivas proporciones.
Creo que ahí nos vamos a sentir más cómodas y ordenadas.

Propongo un dibujo y un gesto sencillo:
Dibujar mi árbol genealógico (dos o tres generaciones)
poniendo en el centro del tronco el vínculo con la madre:
yo, mi madre, su madre-abuela, la madre de la abuela-bisabuela,...
y honrando la presencia de todos esos hombres que las fecundaron
e hicieron posible que yo llegara hasta aquí.
Poner mis manos alternativamente sobre mi:
- útero (esta soy yo y mi capacidad de crear -hacia abajo- a través de mi descendencia y/o mis obras)
- plexo solar (esta es mi madre, que me sacó adelante con su energía)
- corazón (esta es la abuela materna, que me consintió y me dió amor)
- garganta (representando a todas las antepasadas, que abrieron esta posibilidad)

Muchas gracias a las personas integrantes de esta Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, por fecundarme con su bendita paciencia y su amorosa presencia.
Leire, de Lastarri.

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